sábado, 3 de enero de 2009

Sexteto Tabalá - Los Reyes del Son Palenquero (1999)


EN BUSCA DEL SEXTETO PALENQUERO
Por: Adlai Stevenson S. (EL HERALDO, Barranquilla)

Para llegar a San Basilio de Palenque hay que internarse en el primitivo territorio del cimarronaje africano en Cartagena de Indias, de la historia negra, caballero, cuando los negros cansados de la esclavitud perpetua dieron su grito de rebeldía de la mano de Benkos Bioho forjando para la historia una población libre y orgullosa de sus ancestros. La otra carretera -la física y terrenal- por la que se llega a este enclave de tambores, bordea el Canal del Dique, sube por colinas, baja por recodos surtidos de ñame, maíz, queso y mangos frescos, pasa por el cruce del 'Vizo' hasta que irrumpe en una aglomeración justo donde queda un puente, último tramo hacia una trocha destapada y caliente, casi africana, de nuestro Caribe iluminado, en que irrumpe la romería de las caras lindas de mi gente negra rumbo a su pueblo.
El carro brinca, zigzaguea entre los charcos del reciente aguacero, evade motos, salpica a las bestias que pastan mansas y se interna despacio bordeando el río, el arroyo de Palenque. A un lado, casi en la entrada, se encuentra el barrio Palenquito cobijado por una extensa arboleda que presenta una sugestiva sombra a las casas alineadas unas tras otras al borde del camino en que mora en una de ellas la reina del Bullerengue, doña Petrona Martínez.
- Oye Petrona, ¿la vida vale la pena?
Responde que solo cuando la creciente baja y pueden coger la pala para sacar la arena del río ganándose para el arroz. Pero ahora es tiempo muerto para la venta de arena y gravilla moviéndose el río sin mucha prisa a través de peñascos formando apenas un lánguido hilo amarillo por el que discurren las discretas escorrentías de las lluvias. El camino continúa y en un recodo aparece el mítico cementerio de Palenque, enigmático lugar de encuentro con la muerte, lugar ceremonial al que le canta el tamborero Batata pronosticando agorero, que "Espérame, mañana me voy de cruces", paso inicial necesario para cumplir después con los rituales de los nueve días del lumbalú. Al fin aparece la pequeña plaza con su cancha deportiva, la estatua libertaria y la tarima en que cada año por octubre, en medio de relámpagos justicieros, se hace el festival de tambores convocando a los sobrevivientes de la diáspora palenquera pues como dicen ellos mismos no hay pueblo de la Costa que no tenga un nativo de esta población.

DONDE GRACIELA

El tamborero Tomasito Terán, Batata IV, ha hablado previamente con su madre Graciela para que ofrezca posada a unos amigos suyos periodistas y ella acepta con gusto. Es la líder del conocido grupo de bullerengue 'Las Alegres Ambulancias', hermana de Batata y cantante ocasional de los grupos de sexteto. Preguntamos en la plaza por la casa de Rafael Cassiani, cantante y director del legendario sexteto Tabalá y alguien señala un ilusorio barrio Arriba, montado en una imaginaria loma, adonde nos encaminamos. En la sala hay variopintos trofeos enmarcados como diplomas exhibiendo las hazañas musicales de la maravillosa marímbula sonera en la cumbre de los no alineados, mensajes de agradecimiento del secretario de la OEA y certificaciones del Presidente de la República, en nombre del país agradecido, alabando la gesta cultural sextetera. Cada uno de ellos tiene una historia y Cassiani, que no es hombre parco, la dispone a sus interlocutores, entre pícaras sonrisas, explicando pormenores del suceso.

MARÍMBULA Y MAÍZ

Por los rincones de la casa aparecen dejados al desgaire la marímbula del sexteto, más allá el maíz recién cortado, sacos repletos -porque para los sexteteros de la Costa la agricultura es ocupación consustancial al oficio de músico- con forrajes; "Pero ahora", sostiene Cassiani con énfasis de recién pesimista: "no hay plata, ni toques, ni nada: nada, mi hermano". Y cuenta la terrible desdicha de la reforma agraria que lo dejó en 1952 cesante del Ingenio Central Colombia cerca de Mahates donde aprendió los vericuetos del changuí sonero cubano al igual que su tío y de muchos otros trabajadores palenqueros. Recuerda cuando su esposa fallecida le miró, esa noche de hace más de cuarenta años en el triste regreso a casa; su cara infinita de desconsuelo suponiendo el fin de la pequeña prosperidad familiar cortando caña con los negritos del batey. Ese inolvidable hecho aciago obligó a Rafael a reflexionar sobre la propiedad de la tierra, asunto que le sirvió para inspirarse posteriormente, cualquier día, confesando al mundo su pena laboral en forma de sentida canción:
-¡Esta tierra no es mía, esta tierra no es mía, esta tierra es de la nación!...
Cansado de ver desperdigados a los muchachos compañeros del son -todos de setenta años- a los que solo reunían los eventos funerarios del lumbalú, decidió, otra vez como antes, amenizar las fiestas de los vivos, moldeando en torno a su figura al antiguo sexteto habanero de los barrios Arriba y Abajo con un nombre que le pondría más tarde un profesor y que sería su grito cultural palenquero de guerra para siempre: el sexteto Tabalá.
Lo espléndido de los sandungueros bailadores es que recurren a una hermosa coreografía que hacen de su baile, un ritual enloquecedor.

PALENQUE DEL ALMA

Pero las divisiones sociales y espaciales también se producen en este territorio africano desplazado a las sabanas de Bolívar. Mientras el equipo de la Fundación Cultural Nueva Música camina por las calles polvorientas, en las puertas de las casas se asoman grupos de adolescentes hablando en dialecto, que son miembros insignes de un grupo de danza. Otros hablan con propiedad de etno educación, de antropología, de sociología, estudiando en universidades bogotanas no aceptando cuentos ni poses de explotación de la imagen de su Palenque del alma. Más allá unas jovencitas pasan sonrientes ofreciendo sonrisas, caminando con una sandunguería que casi revienta sus apretados pantalones. Nos apostamos en el restaurante, caseta y club social del pueblo donde ya a estas horas somos artículo novedoso. De improviso, llegan de uno en uno los otros miembros del sexteto sentándose en una larga mesa mientras el picotero afila una champeta en el escaparate sonoro que suena dura y desafiante, esa misma cultura sonora del disco que casi acaba con la vida de estas curiosas formaciones híbridas musicales cubano-colombianas.
Nos traen el famoso 'ron ñeque', fabricado en alambiques artesanales con la molienda de la escasa caña de azúcar de la región y cuyo grado de alcohol promete afinarnos el oído vislumbrando las siete potencias africanas en pleno. Todos beben con esmero contando sus aventuras alrededor del mundo, como si Estados Unidos o Jamaica estuvieran detrás del recodo del arroyo y nada más ayer hubiese sido la recordada visita a esos países. Cayetano Blanco, integrante del grupo, saca pecho y grita a los cuatro puntos cardinales:
-Yo toco bien conjuntao, con esmero y todos me dicen el bongosero de oro. Vea, aquí tengo unos 'cidis' para la venta a solo 20 mil pesitos para que me resuelva el día.

LOS MILAGROS DEL 'ÑEQUE'

El 'ñeque' suelta la lengua. El pueblo vive en unas condiciones culturales y económicas que no se pueden medir con los parámetros tristes de la civilización citadina de Barranquilla y Cartagena, aunque parece que las nuevas generaciones sienten una especie de nostalgia de lo que ofrece esa cercana modernidad. La plaza, a las doce del día, es un reverbero caliente en que los escasos árboles se muestran impasibles y hieráticos. No se mueve una sola hoja y el sudor empapa el rostro y las camisas. Una vendedora de mangos se anima y llega entre piropos y saludos. Con prolija ceremonia me ofrece un beso ante las risotadas del sexteto. Cassiani grita:
-¡Se la ganó completa!
No bien se retira del escenario del escarceo, me dice coqueta la negra en el oído que me vende; de una, "porque me enamoraste", toda la ponchera con 15 mangos inmensos a "solo dos mil pesitos". Imposible negarse, pero envía un pésimo mensaje al resto del público presente pues al rato medio pueblo, usando la proverbial radio bemba, aparece ofreciendo todo tipo de ungüentos, frutas, libros y hasta confesiones inéditas "de nuestra ancestral cultura palenquera". Eso obliga a movilizarse rápido donde no esté tan revuelto el ambiente encaminándonos a la casa de Graciela Salgado que nos recibe de mala gana. "Claro", dice cuando llegamos azorados: "Me dejaron de última cuando ya se van". Ofrece cara de rabieta pero es porque andamos con gente del barrio Arriba, con Cassiani, acólito mayor de la iglesia, dándole tratamiento de segunda a ella, nativa del barrio Abajo. Le recordamos a Graciela que somos admiradores de su grupo 'Las Alegres Ambulancias' y de Batata su difunto hermano, y que ahora el sexteto Tabalá es ínter barrios pues allí se encuentran reunidos exponentes de los dos sectores del pueblo.
Al filo de las tres de la tarde deambulan por las calles de Palenque vacas, chivos, gallinas, burros, perseguidos por perros, a su vez perseguidos por niños en uniforme escolar que corren traviesos tirándole piedras a los nidos de avispas. En el fondo, tras las empalizadas y los árboles de patio, suenan tambores y gritos, despejándose un poco el tremendo calor del mediodía con una modesta brisa. Graciela se anima y canta acompañada de un solitario tambor riéndose del mundo y sus alrededores; le pega duro, grita en lengua bantú, suda y repica con dureza sobre el curtido cuero. Una parte del vecindario está convocado en círculo sobre nosotros aplaudiendo las hazañas mañosas de la tamborera Graciela.
Un trueno anuncia lluvia soltándose las primeras gotas ante la correntona general para guarecerse, subiendo desde el suelo un aroma de calor, de polvo aplastado y de lluvia fresca. Nos vamos, les decimos. Hasta luego, nos dicen. Cassiani promete una pronta visita a Barranquilla para deleitarse con los progresos de las ciudades, interrumpido por la llegada escandalosa del bus que cubre la ruta a Cartagena con picó a bordo. Son los hijos y nietos de los que huyeron del cierre del Central Colombia y del Ingenio Santa Cruz, las dos posibilidades antaño de trabajo de los palenqueros. Nuevamente Cassiani suelta la risa y se despide cantando:
-Llegó la reforma agraria, con una bolsa infinita, que lo malo que hicieron, fue que nos dejaron sin azúcar...
El carro parece una bestia mitológica de otros tiempos saliendo de ese territorio mágico pletórico de africanía, saltando charcos y esquivando, uno a uno, la lenta romería de nativos que regresan al pueblo para pasar la noche después de un agobiante día de trabajo. Ahora resuena en la mente una marímbula con su sonido cadencioso sordo y grave acompañado de la estrofa de una canción del Joe Arroyo: "San Basilio mete la mano, San Basilio ayuda a mi hermano, mete la mano"...


Músicos:Rafael Cassiani Cassiani (voz, clave)
Cayetano Blanco (voz, bongos)
Jose Valdez (voz, guiro)
Stevenson Padilla (guiro, coros)
Manuel Valdez (tambor)
Emiliano Herrera (marimbula)

Invitados:
Paulino Salgado (marimbula)
Bartolme Canate (maracas)


TrackList:
01 - Damelo Mamita
02 - Calamar Tierra De Arena
03 - Agua
04 - Intro Victor Cimarra
05 - La Reina De Los Jardines
06 - Triguenita
07 - Rasa Carminia
08 - Intro Rafael Cassianni
09 - Manuela
10 - El Palomo
11 - Intro Rafael Cassianni
12 - Ofelia
13 - Julia Te Aretiraste
14 - Damelo Tilde
15 - Intro Rafael Cassianni
16 - La Puncherita
17 - Chelo Llevame A La Habana
18 - Dialogue Cayetano Blanco
19 - La Negra Chola

Grabado en San Basilo de Palenque, Colombia el 3 de Mayo de 1999.

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