A medida que se avanza bordeando el litoral desde Urabá a la Guajira las expresiones musicales van cambiando con el paisaje. Los cantos de vaquería en Cordoba, Bolivar y la región sabanera se van perdiendo en la lejura dando paso a otros sonidos mas negros como los llamados de lumbalú y aquellos de la costumbre sincrética afrocubana. Mucha de la música de esta región y especialmente la de los palenques de Tofeme deshabitado hoy día y el de San Basilio, comunidad activa en la actualidad, es música que por alguna razón mediática nos es mas familiar por lo antillano que por la difusión propia que haya logrado el sonido local. En Montes de María esa región lejendaria, habitan comunidades independientes de la raza negra pura con una música excepcional hecha con tambores, sonajeros y el elemento melódico de sus propias voces. Junto con ellos, ahí a pocos kilómetros, comunidades Zenú subsisten conservando los sonidos de flautas de cañemillo y gaitas cabececera. Por supuesto, los demás habitantes, hombres y mujeres mezclados han aportado el resto de elementos y es así como todos los años celebran carnaval en temporadas que agrupadas suman casi 1/3 de año. En Palenque, Ovejas y en San Pelayo puede oirse todo el tiempo tamboreros, gaiteros, cañemilleros y las famosas bandas de metales y redoblante que marchan por calles y plazas preparándo el festival. Más allá o incluso allí en esa reunión de sonidos, lenguas y licores y cocinas cabe cualquier expresión nacida del sentimiento amoroso y del recuerdo de la historia: mitos de personajes y lugares tiene su nombre y su momento propios.
Estos asentamientos poblacionales son visitados en toda época por curiosos investigadores de la cultura. Músicos, sociólogos e historiadores y hasta la prensa y la televisión mundiales son siempre bienvenidos y gracias a ellos disponemos de un material como éste que reúne juglares de cantoría, el bullerengue y el repique del abozá, el sonido metálico de las bandas pelayeras, el sexteto palenquero del lumbalú con su marímbula y su son, La María Varilla y algún que otro canto funerario y otro amoroso, los instrumentos tradicionales mas la guitarra y el nuevo, el armónico acordeón.
Todos invitados y atentos al nacimiento de una música que abarca todo el ámbito del litoral: el porro.
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