Algo para decir en la celebracion del bicentenario de independencia. Se pregunta uno qué independencia han dejado doscientos años. El panorama actual no es nada bueno y es sin embargo reflejo de una serie cronologica, historica del azar en donde caben las negociaciones de conservacion. En modo alguno esta nota ha de tomarse en tono derrotista, menos como voz de victoria: identifica sencillamente la mediocridad, la tibieza del medioevo, esa etapa de ignorancia que dura siglos. Nos sometemos a un ánimo que nos dispone hacia lo social: cada quien busca lo suyo al precio que se le imponga y hay que negociar. Venderse. En los negocios otro pierde y uno gana, viceversa. Es muy simple. Las economias igualitarias sufren bloqueos permanentes porque no acumulan, porque no malgastan la energía o porque no conocen protocolo. A nadie le gusta andar con ellos a menos que sean artistas o genios. Pero el arte lleva la idea de belleza que en cierto modo funciona como imagen casi siempre; y como las imagenes es lo primero que percibimos, las rechazamos o aceptamos sin mucha explicacion obedeciendo tendencias sociales. Gusten o no la música y el arte en general son elementos propios de la naturaleza humana más que necesarios en la búsqueda de identidad. Puede ser que en los próximos 500 años desaparezca alguno de los archipiélagos de Pacífico o las reservas minerales mayormente explotadas y aún asi existirán las expresiones artísticas más complejas variadas y auténticas según la hostilidad de los tiempos.
Si no hay nunca una revolución industrial en nuestros países ecuatoriales, de fijo que no se hablará nunca de independencia. Es algo bastante claro. A manera de orgullo y amor propio nos contentaremos con nuestro arte, con nuestras letras y sonidos, vale decir, con nuestro colorido y reserva natural, todo lo cual constituye nuestra soberanía mas preciada.
Nuevamente, y para conmemorar juntos esos hechos históricos escuchemos este registro de edición especial como homenaje a Bogotá en sus 450 años con la música que se escuchó en la época de Bolivar cuando Colombia era grande.
La orquestación estuvo a cargo Blas E. Atehortúa y las versiones para guitarra por Gentil Montaña.