Paulino Salgado, el legendario
Batata III, apuró otro ron. Nadie en el estudio imaginaba que le quedaban apenas dos años de vida. El viejo percusionista de San Basilio de Palenque estaba bebiendo a escondidas durante la grabación del disco Cantaoras
, de
Alé Kumá. No soportaba el frío de otro enero bogotano. Empezaba el 2002.Su cómplice en la parranda camuflada era
Etelvina Maldonado. “Pa´ calentar el galillo” decía la bullerenguera de Santa Ana de Bolívar. Era una de las cuatro cantaoras
invitadas para la grabación del primer disco de
Alé Kumá, una propuesta de encuentro musical entre los litorales y la ciudad, liderada por el pianista
Freddy Henríquez y el contrabajista
Leonardo Gómez, quienes se habían conocido diez años antes en la Escuela Superior de Artes de Bogotá.
Benigna Solís, de Guapi (Cauca),
Martina Camargo, de San Martín de Loba (Bolívar), y
Gloria Perea, de Carmen de Atrato (Chocó), acompañaban a la pícara
Etelvina en esa aventura musical en un estudio del norte bogotano.
A pesar de la experiencia de estas leyendas del folclor colombiano, el nerviosismo reinaba. A excepción de
Gloria Perea, ninguna había grabado nunca. El ron fue calentando ese primer día de grabaciones. Al amparo de sus calores, Batata y Etelvina hicieron unas memorias fúnebres del folclor caribeño. El marimbulero
Simancongo, otra leyenda de la música caribeña, fue el primero de una nostálgica lista de finados queridos.
El disco tiene ya cinco años en el mercado y varios miles de copias vendidas. Es más: Alé Kumá ha lanzado otro par de producciones igualmente exitosas.